
Expresión muy conocida de siempre, que lleva en su esencia la gran verdad de que si algo en nuestra vida no tiene recompensa ni beneficio alguno, lo lógico es que lo sustituyamos.
Naturalmente que venía siendo usada de siempre como lo que entendemos por un refrán, que incluso tiene ascendencias bíblicas, en términos lingüísticos se conoce como una – paremia –, aunque sin embargo el Pueblo español hizo de él en pasados tiempos una verdadera expresión histórica, como reflejo de la situación política del momento y que merece ser conocida, ya que en definitiva consistía en poner de manifiesto exclusivamente, el espíritu de esta cita.
Estábamos en 1665, reinaba en España Mariana de Austria, como Regente de su hijo Carlos II, al que la historia conoce como “el hechizado” y “el decadente”. Bueno, pues parece estudiándolo ahora, que no era ni tan hechizado ni tan decadente, enfermo sí, de un síndrome que conocemos llamado de Klinefelter, que aparece por la consanguinidad de los padres entonces desconocida, y que incapacita al varón por atrofia testicular para la procreación.
Contrajo su primer matrimonio aquel Rey con una princesa francesa, María Luisa de Orleans, con la que por supuesto no tenía descendencia.
Peligraba con ello la sucesión al trono y todos se impacientaban, naturalmente un genial y anónimo autor español compuso esta estrofa y el pueblo entero la expresaba:
Parid, bella flor de lis
en aflicción tan extraña,
si parís, parís a España
si no parís, a Paris…
En verdad, ¿se puede con tanto talento, gracejo y espíritu crítico, llevar el espíritu de un refrán para convertirlo en una verdadera expresión histórica que ha perdurado durante siglos?